La vida de los Orellano estuvo atravesada por la Guerra de Malvinas, y las cartas enviadas desde el continente a las Islas fueron el lazo de amor que los mantuvo unidos y fuertes durante los meses del conflicto.
40 años, ¿es mucho o es poco?
Para un pibe de la primaria, será muchísimo. Para un pueblo, no es nada, es media generación.
“Lito me decía que eran ex combatientes de Malvinas. Que habían vuelto ‘piruchos’ de la guerra”
Año 2006. Trabajaba cerca de la Plaza Independencia de Mendoza. Los sábados en la mañana pasaba por allí y conocí a 3 hombres cincuentones en situación de calle. Ellos me decían “Evita”. Les divertía verme enojada. Finalmente, nos hicimos amigos. Cada sábado conversábamos hasta que un día me animé a preguntarles acerca de sus vidas.
No recuerdo los nombres de dos de ellos. Pero al más conversador, le decían Lito. Mientras él hablaba, los otros dos hombres largaban carcajadas, gritaban o se ponían a cantar. Lito me decía que eran ex combatientes de Malvinas. Que habían vuelto “piruchos” de la guerra. Tampoco sé con exactitud si Lito se refería a los tres cuando hablaba de Malvinas.
Lamentablemente, las secuelas psicológicas de la guerra los había convertido en marginales. “Somos locos buenos”, decía. Entre sus relatos, me confió que se habían ofrecido como voluntarios. Que al regresar de las islas, eran extraños para sus familias. Y, con el tiempo, decidieron alejarse. Se conocieron en aquella Plaza y se ayudaban mutuamente.
Yo, a veces les llevaba algo rico para comer, les compraba cigarrillos o les daba algún manguito. Cuando pasaba y no tenía nada, ellos me convidaban cigarrillos y mate. Alguien me dijo: “tené cuidado. Cobran una pensión y se la gastan en vino”.
Prejuzgar. Nunca hay que prejuzgar. Si esa persona supiera que, a esos hombres, el mayor daño no se los hizo la guerra. Si supiera que los destruimos nosotros, como sociedad, como Nación.
Un par de años después, me enteré que Lito se había muerto de frío. Y, a los pocos meses, lo siguió el segundo de los tres hombres. Nunca más vi al tercero.
María Celeste Cid, Mendoza, 2 de abril del 2022 (mcelecid@gmail.com).
“No podía conciliar el sueño pensando en mis pares, quienes estaban defendiendo nuestro territorio en el sur”
Dieciséis años tenía cuando no podía conciliar el sueño pensando en mis pares, quienes estaban defendiendo nuestro territorio en el sur.
Con una radio que me habían regalado para mis 15, escuchaba los comunicados de la junta militar. Hoy, a la radio no la tengo más pero sigo sintiendo la misma tristeza y dolor por quienes lucharon y dejaron la vida por nuestras Islas Malvinas.
Honor y gloria por los Veteranos y caídos en Malvinas.
Alejandra Gómez, San Luis, 2 de abril del 2022 (armellini65@gmail.com).
“Entendía la crueldad de una guerra, pero a la vez, sentía la angustia de que si todo se complicaba más, no podría seguir estudiando”
Mi nombre es Silvia Gómez, soy docente y directora de una escuela rural, aquí, en la provincia de San Luis.
Cuando vi la publicación, sobre los 40 años de Malvinas y que podíamos participar contando nuestras vivencias, me interesé en querer compartir mi experiencia con ustedes.
Tengo recuerdos muy nítidos de ese año, particularmente, porque para mí era un año muy importante, empezaba el secundario, en una escuela rural, de San Rafael, Mendoza, en donde vivíamos con mi familia. Y que me dejaran estudiar, era un acontecimiento que marcaba mi vida, de una manera extraordinaria.
Hacia menos de un mes que estaba cursando, cuando anunciaban la “Guerra de Malvinas” y sentí una mezcla de sensaciones.
Entendía la crueldad de una guerra, no de la misma manera que lo entiendo ahora, pero a la vez, sentía la angustia de que si todo se complicaba más, no podría seguir estudiando, lo cual para mí era una prioridad, sin dimensionar, por mi edad, que habían acontecimientos, más dolorosos, que mi prioridad.
Los profesores comentaban muy poco lo que sucedía, quizás por temor y los medios de comunicación que teníamos en donde vivíamos, eran muy escasos: televisión con un solo canal local y la transmisión no era buena. Y una emisora de radio, que si hablaba de la guerra, pero con una visión, que después supimos, no era tan verídica.
En casa tampoco se hablaba mucho del tema, porque la información era escasa, a veces yo les comentaba a mis padres lo que nos decían los profesores y ellos me decían que no comentara con otras personas nada relacionado a la guerra.
Creo que en las zonas rurales se vivió de una manera distinta y con el correr de los años, yo, personalmente, dimensioné la crueldad de aquella guerra, que marcó mi vida, dejando estos recuerdos intactos y que hoy comparto con ustedes.
Tengo un sentimiento desbordado de gratitud a todos los soldados que dejaron su vida allí, en Malvinas. Y a los que regresaron con su alma rota en mil pedazos, decirles que los abrazo intentando curar todas sus heridas.
Gracias por leerme.
Silvia Gómez, San Luis, 27 de marzo del 2022 (silviagomez@sanluis.edu.ar)
Despedidas y reencuentros
El reportero gráfico Juan Jesús Sandoval, capturó dos momentos muy importantes de la Guerra de Malvinas: las despedidas y los reencuentros de los soldados con sus seres queridos.
Ofrendas, despojos y restituciones: Las marcas de una guerra que nos subjetivó
Testimonios rebeldes
Una guerra, sea cual fuere, nos modifica como seres políticos y sociales, tenemos otra mirada del mundo, no siempre mejor.
La guerra de Malvinas, mi primer protagónico contemporáneo, atravesó mi persona y el cuerpo social asestó un tajo profundo en sus entrañas.
Primero fue la sorpresa y luego el desencanto.
Las fuerzas armadas habían usurpado el gobierno constitucional y ante las movilizaciones y resistencias populares, dieron “la Orden” en la creencia que podían perpetuarse en el poder. Con una errónea visión del enemigo -entre vapores todo se vio más fácil- demostraron una Impericia estratégica y táctica militar que nos avergüenza.
Más allá de estas consideraciones que las dejo a los expertos, desde la ciudadanía luchábamos para volver a un estado de derecho, la guerra se vivió diferente
Un pueblo, que leemos poco y reflexionamos menos, pero sensible ante la concepción tradicional de patria, adhirió al sueño de recuperar la soberanía en el Atlántico Sur.
¿Qué pasó con las personas?
¿Cómo lo viví yo? Quizás un sueño lo puede expresar
En ese momento tenía hijos púberes, los medios de comunicación instaban a la adhesión a la “gesta patria” y la escuela y las familias a la solidaridad con los combatientes.
La guerra me movilizó, aventó temidas ideas que las viví como realidad: vi en el océano un barco hundido y todos los soldados ahogándose llevaban la cara de uno de mis hijos varones. Fue aterrador.
Mandar a la guerra a chicos casi imberbes, desde el alto mando, traspasó mi cuerpo y el sueño dio cuenta de ello.
Al ser parte de una tribu familiar no me fue ajeno el hecho histórico que con convicción entendió la guerra mi tío y donó sus “tesoros” reconocidos socialmente (1) y algunas joyas provenientes de un hogar sin riqueza alguna. Su joven hija también entregó las pertenencias que tenía.
¿Cómo considerar estos actos con fervor y apasionamiento? ¿Cómo no recordar la entrega? ¿Cómo no entender el valor de quienes luchan por un ideal y en eso se les va la vida, el patrimonio o seres queridos?
Creo que quienes sostienen su lucha por lo que creen, vivirán en la memoria de los pueblos, como las derrotas y la villanía de quienes especulan con las personas, los territorios y los sueños
Perdimos una guerra que no debió ser y vivimos el desencanto de un pueblo que confiaba en gobernantes, que habían asaltado el poder político, sin el apoyo popular. Dejo para otra instancia la valentía de soldados y jefes militares que arriesgaron sus vidas por nada, como los muertos que hoy conmemoramos.
La razón de la sinrazón a través de los tiempos se repite a espaldas de quienes pueblan las ciudades, que somos quienes pagamos las consecuencias de una aventura irracional.
Las guerras siempre son ajenas a los, las y les ciudadanes, siempre son por intereses económicos y siempre son imperialistas; pero siempre, siempre, nos deshumanizan.
- Años después quien había comprado en un remate las medallas y premios, se las ofreció a las hijas en devolución Ellxs no las aceptaron.
Marta Fourcade – Docente jubilada de la Escuela Normal Juan Pascual Pringles (San Luis).
San Luis, 17 de marzo del 2022
“Siendo aún niña no podía entender porque esos hombres eran mendigos. Eran los soldados de la Patria pidiendo limosna”
Yo tenía 6 años. Vivía en un pueblo de alta montaña, Potrerillos Luján de Cuyo. Iba a la Escuela Capitán de fragata Carlos Alberto Negri. Todos los días terminábamos la jornada entonando el himno de Malvinas.
Cuando terminó la guerra, recuerdo haber ido a la ciudad de Mendoza, donde se veían a los soldados mutilados pidiendo limosna. Tirados en la calle. Siendo aún niña no podía entender porque esos hombres eran mendigos. Eran los soldados de la Patria pidiendo limosna. No hay ni olvido ni perdón para quienes hicieron semejante aberración. Gloria a los héroes de Malvinas.
Paola Menteguiaga, San Luis, Marzo de 2022 (paolamenteguiaga@gmail.com).
“Ella recordaba que en mi carta le mencioné de que ciudad era. Ella viajó, me ubico y comenzamos una relación que duró 30 años”
Durante el Conflicto de 1982, se originó un sistema de correspondencia denominado: Carta a un Soldado Desconocido o Carta a un Soldado sin Familia. Eran cartas para levantarnos la moral.
Recibí una de esas cartas anónimas de una mujer que no conocía y le contesté. Debido a la contingencia bélica en aumento, no supe nada más de ella.
Finalizado el Conflicto, ella recordaba que en mi carta le mencioné de que ciudad era yo. Ella viajó, me ubicó, comenzamos una relación que duró 30 años, cuando en el 2013, lamentablemente falleció. Esa carta nos dio una familia con dos hermosos hijos.
Alberto Chaker, Buenos Aires marzo de 2022 (chaker@fibertel.com.ar)
“La dictadura había destruido el tejido social de solidaridad e impuso la cultura del miedo”
Silvia Lacreu, docente jubilada y ex presa política, relata cómo vivió la Guerra de Malvinas en medio de la dictadura cívico militar que gobernaba a la Argentina.