El 2 junio de 1982 comenzó en La Habana, capital de Cuba, la 7° Reunión Ministerial del Buró de Coordinación del Movimiento de Países No Alineados bajo la presencia de Fidel Castro, que presidía ese Movimiento. En su discurso inaugural se resaltó que el principal tema de la Reunión sería el conflicto por las Islas Malvinas y se adelantaba la condena al colonialismo, el rechazo a la agresión militar británica y el respaldo a los reclamos de soberanía sobre ese territorio de la Argentina. El Canciller argentino Nicanor Costa Méndez, quien viajó con una numerosa delegación, se encontraba presente y se entrevistó con Fidel Castro en el Palacio de la Revolución. Dos días después, la reunión se cerró con una declaración, redactada por la diplomacia cubana que fue apoyada por el plenario, que favorecía enfáticamente la posición argentina.
Este llamativo y extraordinario acontecimiento marcó el fracaso diplomático argentino en la crisis que abrió el desembarco y toma de las Islas Malvinas en 2 de abril de 1982.
El gobierno militar presidido por el General Leopoldo Galtieri había supuesto que su acción no generaría la reacción británica y eventualmente confiaba que la mediación de los Estados Unidos y la aplicación de lo establecido en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) evitarían entrar en conflicto con la flota y tropas británicas.
Galtieri y la cúpula militar confiaban que la alianza estrecha en el aspecto exterior con los Estados Unidos y el apoyo irrestricto a su política anticomunista, sobre todo en América Latina, le otorgaría una cierta protección en su acción inconsulta y unilateral de recuperar las Malvinas. Esta visión simplista e ingenua del juego internacional partía de una sobrevaloración que se tenía de la Argentina en el juego mundial en sintonía con los designios establecidos por Washington en el marco de la Guerra Fría.
Esta posición era representada por el Canciller Costa Méndez, quien creía en un acercamiento con Estados Unidos en un contexto mundial signado por las divisiones ideológicas. En definitiva era la imagen de una Argentina pro-occidental y cristiana alejada de un cada vez más amplio Movimiento de Países No Alineados. El 15 de abril el Canciller declaró que confiaba en la intervención de Estados Unidos para calmar la furiosa y decidida reacción del gobierno británico presidido por Margareth Thacher.
Es por ello que, cuando pocos días después, el mediador enviado por Estado Unidos, Alexander Haig en su segunda visita al país, dejó claro que no apoyaría la posición argentina y que le aconsejaba el retiro inmediato de las tropas de las Malvinas, Costa Méndez vio frustrada casi de inmediato su endeble esquema de defensa diplomática. Esta ya había recibido un golpe crucial cuando el 3 de abril de 1982, es decir 48 horas después del desembarco, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas había aprobado, a pedido del Gran Bretaña, la Resolución 502 que pedía la cesación inmediata de las hostilidades, la retirada inmediata de todas las fuerzas argentinas de las islas Malvinas y el inicio inmediato de negociaciones directas entre la Argentina y el Reino Unido para lograr una solución diplomática del conflicto. Esta Resolución fue apoyada por Estados Unidos, pero la cuestión crucial fue la abstención de la Unión Soviética, que no ejerció su derecho a veto. Esto representó un verdadero fracaso en la defensa diplomática de la Argentina.
Tras fracasar nuevamente en la solicitud de la puesta en marcha de los mecanismos defensivos establecidos en el TIAR, de hecho boicoteado por los Estados Unidos, y ya en plena guerra, el gobierno militar decidió un cambio drástico de posición y acercarse tardíamente a los países latinoamericanos y del Tercer Mundo. Sólo así es explicable la presencia de Costa Méndez en Cuba.
Esto es, en definitiva, la imagen de un giro histórico en la política exterior argentina nacida de la necesidad y el fracaso.
Guillermo Genini, San Luis, 26 de marzo de 2022 (gfgenini@yahoo.com.ar)