Soy clase 62. Había llegado de cumplir mí servicio militar el 24 de diciembre del ‘81 en el grupo de artillería 161 de Zapala.
En abril comenzó la guerra y vi como mis amigos empezaban a ser convocados. En casa mis padres y yo estábamos atentos a la radio, la televisión y los diarios. Siempre pensé que me iban a convocar por el solo hecho de haber servido en un regimiento patagónico y haber ya estado en contacto con la hostilidad del frío y los vientos de Zapala. Pero no fue así.
Despedí a dos grandes amigos del secundario con mucha angustia. Éramos muy compinches. Mí madre estaba muy preocupada por lo que se venía aconteciendo a lo largo de la guerra. Llame a mí regimiento para ver cuándo nos iban a convocar. Me contestaron que las cédulas de llamada estaban listas. Fue un sentimiento extraño.
Al finalizar la guerra pude recibir a mis amigos. Hoy me une a ellos mucho cariño, amor y una enorme admiración. Las vueltas de la vida hizo que con 48 años a cuesta me tocase trabajar con una compañera cuyo padre fue suboficial en mí regimiento en el mismo momento que yo había hecho mí “colimba”.
Aquí en San Luis y después de tantos años pude enterarme que solo nos iban a llamar si Chile se involucraba en la guerra.
A cuarenta años, vivo esos momentos con cierta nostalgia y tristeza por todos esos hombres que pusieron el pecho para recuperar algo tan valioso al sentimiento argentino.
Daniel Gozainy, Potrero de los Funes, San Luis, 29 de marzo del 2022 (psp.daniel.gozainy@gmail.com)