Cuando la guerra comenzó, yo trabajaba como personal civil en el grupo técnico 8 en la VIII Brigada Aérea (en ese entonces en José C. Paz, Buenos Aires). Como tal prestábamos servicio de apoyo a los dos únicos aviones que tenían por misión defender la capital de un posible ataque británico.
A continuación les comparto una ficción que escribí recordando el 1º de Mayo de 1982. Está basado en hechos reales.
Solo le pido a Dios
¿Qué recuerdos tengo de esa fecha? ¿Cómo decirle con exactitud? Usted sabe que la memoria es caprichosa. Por razones que desconozco, con igual facilidad nos trae algunos recuerdos y borra otros, todo barnizado con los colores de otras vivencias.
Así, si usted insiste, le puedo contar que ese día yo estaba en la cabecera de pista, dando apoyo, con los otros técnicos, a los dos únicos aviones de combate que habían quedado para proteger la Ciudad de Buenos Aires, ¿O serían tres? ¿O era uno? No lo sé, pero sí tengo claro que en esa época vivíamos ahí, nosotros al lado de los aviones, los pilotos sentados y atados en la cabina, prontos a despegar con la consigna de estar en el aire en a lo sumo 3 minutos.
Tampoco sabría decirle porque esta escena me viene acompañada de la melodía de la canción “No bombardeen Buenos Aires” de “Charly” García, que no sonó en las radios hasta octubre del 82.
Como si con solo cantarla fuera suficiente ¿se da cuenta? Si con eso solo alcanzaba ¿Qué hicimos nosotros ahí? Siempre creí que justamente, “evitar que bombardeen Buenos Aires”,pero no recuerdo a nadie haber mencionado eso. Ve, es lo que le digo, con los años hay recuerdos que se pierden, a lo mejor algún cantante famoso, o un actor o político mencionó nuestro trabajo y se me ha olvidado.
Ah ¿Qué no se me ha olvidado nada porque efectivamente todo el mundo cantó esa canción pero nadie nos mencionó? Qué pena.
En fin, ¿ya le conté que en esos años era mecánico de aviónica? Si, si aun era un pibe, 22 años, eso sí lo recuerdo bien claro. Pero no tiene nada que ver con la historia, al fin y al cabo esa era la edad de la mayoría de los que fueron a pelear a las islas.
Volviendo a lo que le contaba, lo que sí tengo claro fue el alerta de esa noche, ¿O sería alguna otra noche parecida?.
Las sirenas sonaron al mismo momento que llegó la orden de despegue. La actividad se desató frenética y, tal cual lo previsto, en menos de 3 minutos los aviones estuvieron en el aire, rasgando la noche con el soplete de la post combustión, proa al Atlántico en busca de los “Vulcan”, que saliendo de isla Ascensión se acercaban a nuestro espacio aéreo.
Perfectamente podrían haber intentado bombardear Buenos Aires, aunque después supimos que su destino final fueron las islas Malvinas, sobre las cuales, a las 04:40 del primero de Mayo dejaron caer sus bombas.
Primero de Mayo. ¡Qué contrasentido, no recuerdo haber trabajado nunca tanto como ese día del trabajo! La actividad fue intensa, las balas habían empezado a cantar su tétrica canción y era necesario apoyar a los que ponían el pecho ante ellas.
El turno de trabajo de ese día me mantuvo en el taller, preparando equipos de reemplazo, atento, como todos, a las noticias en la radio, donde sonaba “Era en Abril”, y nos destrozaba el alma con la historia de un niño que no llegaba a ver la vida…cosas que pasan…recuerdos que quedan. Siempre me pregunte ¿Quién elegía la programación? Aunque cada vez tengo menos dudas de quienes fueron. Si había una canción para bajar la moral de la gente era esa.
Como le decía, una de las cosas que más recuerdo era la falta de información. Si como ahora, pero sin internet ni redes sociales.
Pero esto no es del todo cierto, la ventaja de trabajar en los hangares era que estaba a un paso del taller de radio, donde “el loco”. No, no recuerdo su nombre, ¿o sí? pero no importa, lo que importa es que el taller de radio era lo más parecido que he visto a uno de esos laboratorios de película, con científico loco y todo.
Había ahí, en un indescifrable aquelarre, equipos de radio, cables de alimentación, antenas y no sé cuántas cosas más.
Sobre aquel reducto reinaba la figura del “loco”, moviendo diales, y perillas, orientando antenas, atento a lo que pudiera escuchar en los cascos que calzaba, hasta que lograba sintonizar lo que deseaba y ponía la señal en los parlantes para que nosotros, pobres mortales, pudiéramos escuchar, cuando era posible.
Cuando no, nos limitábamos a escuchar los comentarios que él nos hacía de lo que escuchaba en los auriculares.
Y así pasó ese día, a eso de las 15:30 hs nos avisó que tenía sintonizados a los nuestros, que “el Paco” y la “Pepa” saldrían de Gallegos a las islas en un rato.
Eran dos de los pilotos que más apreciábamos los mecánicos, dos tipazos.
No me pregunten como el loco lograba sintonizar esas cosas, técnicamente es imposible, pero él lo hacía y nadie lo dudaba, jamás dijo nada que después resultara mentira.
Así que, en menos de lo que canta un gallo, una pequeña multitud se amontonó como pudo en el poco espacio libre del taller, conteniendo la respiración tratando de escuchar lo que salía por los parlantes o lo que nos contaba el loco.
En una de esas se escuchó claramente la voz del Paco gritándole a la Pepa:
– ¡Cierre!¡Cierre! – alertándolo del misil que al final lo derribó.
No pudimos escuchar lo que siguió, la señal casi se perdió y el loco la sacó del aire, pero él siguió prestando atención descifrando lo que podía.
– El Paco se ha quedado sin combustible, va a intentar aterrizar en las islas – nos informó de pronto.
Nos quedamos todos expectantes.
– Ha arrojado los tanques suplementarios – agregó, anticipándonos de que, para alivianar el avión se había desprendido de los tanques de combustible que el avión, el Mirage MIII que volaba, llevaba bajo las alas para aumentar su autonomía.
– ¡Pero… van a pensar que está arrojando bombas!- se aterrorizó uno de los armeros que estaba allí.
Todos nos quedamos atónitos ante la posible imagen…¿Y si lo confundían y lo derribaban los nuestros?
Las señales se perdieron definitivamente, al punto tal que en un momento el loco se quitó los auriculares, apagó los equipos y nos echó a todos.
– Ya está, no se escucha más nada muchachos, cuando tenga algo nuevo les aviso – todos notamos el temblor de su voz, pero fue imposible sacarlo de lo suyo.
A última hora esa noche me enteré que al Paco lo habían derribado los nuestros.
Cuando tomé el colectivo, de regreso a mi casa (era afortunado de poder hacer eso) en la radio sonaba…”solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente…” y yo me pregunte, ¿Cómo puede alguien ser tan insensible como para tener que pedirle a Dios que la guerra no le sea indiferente? Después algo entendí, pero esa noche no, yo estaba destruido, la guerra no me era para nada indiferente.
© Omar R. La Rosa
19/10/2020
Córdoba -Argentina
Basado en hechos reales
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Omar R. La Rosa, Córdoba, 18 de marzo del 2022 (omarrlr@gmail.com)