Portadas - Maria Carolina Castro - Soy Protagonista

“Llevábamos alimentos no perecederos, chocolates y cartas, con la ilusión de que serían entregados a algún soldado en el frente de batalla”

Cuando estalló el conflicto de Malvinas, cursaba el primer año de la primaria en el colegio San Antonio de Padua de la ciudad de Mercedes (Buenos Aires).

Resuena aún en mis oídos la canción “Hoy le escribí una carta”. Por ATC (hoy TV Pública) la repetían constantemente. También recuerdo el programa que se organizó para recaudar fondos para enviar a la guerra, conducido por Cacho Fontana y Pinki.

En la escuela hablábamos del conflicto. Comprometidos con la causa llevábamos alimentos no perecederos, chocolates y cartas, con la ilusión de que serían entregados a algún soldado en el frente de batalla.

Apenas empecé a trabajar como docente, presencié el primer acto del 2 de abril, y allí conocí a un excombatiente de mi ciudad. Marcelo Disciulo es su nombre. Quedé impactada con su relato.

A partir de ese momento, año a año, lo convoqué para que diera una charla debate en mis cursos de 5to año. Ha sido fascinante la experiencia.

Es importante mantener la memoria viva. Y sé, por él, que le hace bien hablar, muchos callaron por decisión propia o porque los callaron, hubo más suicidios que muertes en combate. Creo que entre ambos nos dimos una gran mano. Malvinas 💕.

Canción “Carta para mi Hermano”:

María Carolina Castro, San Luis, Marzo del 2022 (mariacarolinacastro165@gmail.com)

Portadas - Diego Alejandro Negro - Malvinas Abril 1982

“Hoy con casi 47 años sigo sin hablar ni entender el idioma inglés, por lo menos, hasta que nos devuelvan lo que nos robaron”

Se que tenia 6 años, de familia militar, tíos de servicio en Puerto Belgrano y otro en el Regimiento 7 La Plata (no llegó a cruzar a nuestras islas por la rendición pero estaba siendo reservista presto para hacerlo si era necesario, él era clase 62).

Recuerdo ver pasar los trenes por la puerta de mi casa por el Boulevard 84, llenos de Héroes uniformados con armamento o ir al club de aeromodelismo en el aeropuerto de La Plata y ver preparados los famosos Pucará. Mi abuelo retirado de la Marina, su último destino fue Isla Martín García. Me decía “si suena la sirena (se sabía que sonarían las que están en el diario El Día y los Bomberos) ¿que tenés que hacer?”. Apagar las luces, alejarme de las puertas y ventanas y meterme debajo de la mesa o sillas. Y sentir estas órdenes repetidamente en la escuela.

Recuerdo escribirle cartas a soldados, especialmente a dos: uno el hijo de la directora de la escuela y otra, al hijo de un almacenero frente de mi casa. Recibí respuestas, como así también juntarles chocolates y mi abuela tejerles bufandas. Paradoja del destino, nunca les llegó.

Con la inundación del 2013 en La Plata perdí esos recuerdos que aún guardo en la memoria. Y si algo recuerdo fresco, le decía a los curas, “yo inglés no voy a estudiar, nos robaron las Islas Malvinas”.

Luego juré bandera en ESMA siendo clase 75, formado frente al monumento de los caídos de nuestro Crucero ARA Gral Belgrano, ese momento el nudo en la garganta al cantar el himno o de decir SI JURO. Son inexplicables. Hace unos años antes de la pandemia, en un micro aquí en La Plata se me acercó un señor de nombre Pedro, y me dijo “gracias”, a lo cual le respondí “¿Por qué? Por llevarlas en la piel, me señala mi antebrazo y las acaricia, si a ellas a nuestras Islas.

Claro está, las tengo tatuadas con parte del cementerio de Darwin y encima la silueta del ARA Gral. Belgrano. Le dije “gracias a ustedes” y me contestó “no hay de qué, lo volveríamos a hacer”. Son recuerdos que quedan marcados.

El año Pasado aquí en La Plata Falleció Antonio, prestó servicios en Luján y estuvo en Malvinas y recuerdo que una sola vez me habló de ellas ya que no lo hacía con nadie, y recuerdo que me decía “ver hermanos de trinchera caer, más ganas de pelear”, y de quedarse a pesar de que pasamos hambre y frío. Como dicen Juré defender mi Patria mi bandera hasta perder la vida SI JURO una y mil veces.

Hoy con casi 47 años sigo sin hablar ni entender el idioma inglés, por lo menos, hasta que nos devuelvan lo que nos robaron.

Diego Alejandro Negro, Ensenada, Buenos Aires, Marzo de 2022 (diegonegro1975Lp@gmail.com).

Portadas - Soy Protagonista - Alejandra Quinteros

“Recuerdo la tristeza en nuestras caras al volver al aula y la conmoción que nos produjo saber que algunos compañeros serían parte de esa tragedia”

Hacia 1982 cursaba el quinto año B1 del Bachillerato Científico de la Escuela Normal “Juan Pascual Pringles” de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), tenía 17 años. Eran tiempos de dictadura militar, ya que en marzo de 1976 se había producido el golpe cívico –militar más cruento y sangriento de la historia en Argentina.

Hacía poco que habíamos comenzado las clases, eran momentos de mucho entusiasmo juvenil porque éramos la PROMO ‘82. Una mañana cálida de abril el preceptor Mario Pérez nos avisa que debemos ir hacia el hall central de la planta alta de la Escuela, una vez allí reunidos, el Director Prof. Hugo Arnaldo Fourcade nos informa que había comenzado la ocupación por parte de soldados argentinos en Malvinas, lo cual implicaba que podría haber una guerra y que nuestros compañeros varones de 18 años serían convocados a participar en ella.

Recuerdo la tristeza en nuestras caras al volver al aula y la conmoción que nos produjo saber que algunos compañeros serían parte de esa tragedia. Las clases continuaron como si nada.

A partir de ahí estuvimos atentas a los “comunicados” de cadena nacional característicos de la dictadura con los que, supuestamente, “informaban” lo que ocurría en Malvinas. Luego supimos que eran parte de la propaganda oficial en el que además nos decían que íbamos ganando esa guerra, al menos eso creímos.

En cada acto escolar el Coro cantaba “La Marcha a Malvinas”.

Recuerdo el nefasto: “Si quieren venir que vengan“. Lo seguimos por TV. También recuerdo aquella Plaza de Mayo colmada de gente que apoyaba una ocupación argentina en Nuestras Malvinas. Habría tiempo para arrepentirse

Tiempo después, se inició la tristemente famosa recaudación de alimentos, vestimenta, dinero, chocolates y joyas de todo el pueblo argentino para nuestros soldados. ¿Quién se negaría? Recuerdo los tejidos que hacían las mujeres de la familia para los combatientes, de bufandas, guantes pulóveres, etc. que luego poníamos en cajas a modo de encomiendas. Recuerdo también cómo la madre una compañera se despojó de sus joyas más queridas para que no les faltara nada a los jóvenes que estaban en Malvinas. Se veían niños y niñas escribirles cartas para acompañar y alentar a los jóvenes argentinos víctimas de esta guerra.

Luego supimos que nada de todo aquello había llegado a nuestros soldados.

En mi familia no hubo detenidos ni desaparecidos, tampoco supe que los hubiera en el aula. El silenciamiento era una constante en todos los ámbitos. Eso impidió que nos informáramos sobre lo que realmente ocurría fuera de la Escuela, asesinatos, torturas, robos de bebés, y desapariciones.

Rogábamos diariamente que ese día de clases no fuera el último para ellos y para nosotros. Teníamos miedo de que al final del año nos faltara Jorge o Juan o Ignacio.

Finalmente, ninguno de nuestros compañeros de la PROMO 82 fue a la trágica guerra del Sur.

Terminada la terrible guerra, la vida en las aulas de la EScuela siguió como si nada hubiera pasado.

Al decir de Cortázar: 

Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido”

¡NUNCA MÁS!

Alejandra Quinteros, San Luis marzo de 2022 (alejandra-quinteros@hotmail.com)