Testimonios rebeldes
Una guerra, sea cual fuere, nos modifica como seres políticos y sociales, tenemos otra mirada del mundo, no siempre mejor.
La guerra de Malvinas, mi primer protagónico contemporáneo, atravesó mi persona y el cuerpo social asestó un tajo profundo en sus entrañas.
Primero fue la sorpresa y luego el desencanto.
Las fuerzas armadas habían usurpado el gobierno constitucional y ante las movilizaciones y resistencias populares, dieron “la Orden” en la creencia que podían perpetuarse en el poder. Con una errónea visión del enemigo -entre vapores todo se vio más fácil- demostraron una Impericia estratégica y táctica militar que nos avergüenza.
Más allá de estas consideraciones que las dejo a los expertos, desde la ciudadanía luchábamos para volver a un estado de derecho, la guerra se vivió diferente
Un pueblo, que leemos poco y reflexionamos menos, pero sensible ante la concepción tradicional de patria, adhirió al sueño de recuperar la soberanía en el Atlántico Sur.
¿Qué pasó con las personas?
¿Cómo lo viví yo? Quizás un sueño lo puede expresar
En ese momento tenía hijos púberes, los medios de comunicación instaban a la adhesión a la “gesta patria” y la escuela y las familias a la solidaridad con los combatientes.
La guerra me movilizó, aventó temidas ideas que las viví como realidad: vi en el océano un barco hundido y todos los soldados ahogándose llevaban la cara de uno de mis hijos varones. Fue aterrador.
Mandar a la guerra a chicos casi imberbes, desde el alto mando, traspasó mi cuerpo y el sueño dio cuenta de ello.
Al ser parte de una tribu familiar no me fue ajeno el hecho histórico que con convicción entendió la guerra mi tío y donó sus “tesoros” reconocidos socialmente (1) y algunas joyas provenientes de un hogar sin riqueza alguna. Su joven hija también entregó las pertenencias que tenía.
¿Cómo considerar estos actos con fervor y apasionamiento? ¿Cómo no recordar la entrega? ¿Cómo no entender el valor de quienes luchan por un ideal y en eso se les va la vida, el patrimonio o seres queridos?
Creo que quienes sostienen su lucha por lo que creen, vivirán en la memoria de los pueblos, como las derrotas y la villanía de quienes especulan con las personas, los territorios y los sueños
Perdimos una guerra que no debió ser y vivimos el desencanto de un pueblo que confiaba en gobernantes, que habían asaltado el poder político, sin el apoyo popular. Dejo para otra instancia la valentía de soldados y jefes militares que arriesgaron sus vidas por nada, como los muertos que hoy conmemoramos.
La razón de la sinrazón a través de los tiempos se repite a espaldas de quienes pueblan las ciudades, que somos quienes pagamos las consecuencias de una aventura irracional.
Las guerras siempre son ajenas a los, las y les ciudadanes, siempre son por intereses económicos y siempre son imperialistas; pero siempre, siempre, nos deshumanizan.
- Años después quien había comprado en un remate las medallas y premios, se las ofreció a las hijas en devolución Ellxs no las aceptaron.
Marta Fourcade – Docente jubilada de la Escuela Normal Juan Pascual Pringles (San Luis).
San Luis, 17 de marzo del 2022